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Amorloco

A la taverna del mar

El viejo

En una esquina del café sonoro de murmullos confusos
un anciano sentado se inclina sobre la mesa,
leyendo un periódico, sin compañía.

Y en el ocaso de su miserable senectud
piensa cuán poco gozó en los años
cuando tuvo la fuerza y el verbo y la belleza.

Sabe que está muy viejo, y lo siente, y lo ve.

Y, sin embargo, le parece que la juventud
fue ayer. ¡Corto intervalo, corto!

Y piensa en qué forma lo embaucó la prudencia,
cómo de ella se fió y qué locura
cuando la engañadora le decía: «Mañana.
Tienes todo tu tiempo».

Se acuerda de los impulsos que detuvo y cuántas
delicias sacrificó. Ocasiones perdidas
que burla ahora su prudencia insensata.

...A fuerza de rumiar pensamientos y recuerdos
el vértigo lo invade. Y se duerme
inclinado sobre la mesa del café.

No se lo digas a nadie

No se lo digas a nadie

Opinión personal

Interesante novela, en ella podemos ver como se siente un homosexual en una sociedad donde ni él mismo se acepta. Relata paso a paso cada minuto de su vida con el más mínimo detalle.  

Sinopsis

No se lo digas a nadie narra la trayectoria personal de un retoño de la más acomodada burguesía limeña, el cual descubre, en un contexto familiar donde el más brutal machismo y clasismo coexisten con la mojigatería, su propia identidad homoerótica, que le lleva, no sin algún episodio de ocasional heterosexualidad, a la espiral de dogradicción, en el ámbito de los "coqueros" y al borde mismo de la prostitución masculina urbana. Sin embargo, el protagonista no es devorado por el mundo de la marginalidad, y, al aceptarse a sí mismo, convierte su conflictiva ruta, alejada ya de la droga, en una afirmación serena de la condición que le define.

La película

No se lo digas a nadie es una película peruana dirigida por Francisco Lombardi basada en el libro homónimo de Jaime Bayly quien también participó como guionista. Se estrenó en 1998. Fue la primera película con temática homosexual hecha en el Perú. Se destaca también el trabajo de dicción realizado por la actríz española Lucía Jiménez

Sobre el autor

Nació en Lima el 19 de febrero de 1965 en el barrio Miraflores de Lima, Perú. En su adolescencia trabajó en el diario “La Prensa”, cuyo director era amigo de su madre. Allí hizo amigos y descubrió que el periodismo puede ser “un vicio y una pasión”, según él mismo reconoce.

En el año 82 entró a la Universidad Católica con la firme determinación de ser abogado y, luego, político. Pero también comenzó a desarrollar con más vigor su interés por el periodismo. Sus primeros pasos en la televisión los dio en 1983, cuando tenía apenas 18 años. Empezó con programas políticos muy serios, pero luego se aburrió y decidió entrevistar a personalidades célebres y extravagantes, el perfil con el que se hizo popular.

En 1990 apoyó desde Miami, donde estaba radicado, la candidatura presidencial del escritor peruano Mario Vargas Llosa , finalmente derrotado por el actual presidente peruano Alberto Fujimori. Al año siguiente, cuando regreso a Perú, lanzó Qué hay de nuevo, un programa de TV que denotaba su admiración por el popular conductor norteamericano David Letterman.

Desde hace seis años trabaja en la televisión de Miami. Primero estuvo en Sur y luego en CBS en español. Actualmente se desempeña en Telemundo y distribuye su programa, El show de Jaime Bayly, en algunos países de América Latina, entre ellos, la Argentina, donde es emitido por el “Canal a” de la televisión por cable.

Su vínculo con la literatura se inició en 1990, cuando tenía 25 años. Comenzó a marcar los trazos de su escritura en un crudo invierno madrileño, y desde entonces no ha podido dejar de narrar en clave literaria. Por momentos, lo considera una condena y en otros, una bendición. En realidad, Bayly considera que su vocación verdadera es la escritura.

Su primer libro, No se lo digas a nadie (1994), provocó mucha polémica. Fue escrito en Washington entre el 92 y el 94, época en la que Bayly se retiró de la televisión. Sin embargo, a la hora de elegir su libro favorito, el peruano se inclina por Fue ayer y no me acuerdo (1995), que vendió menos ejemplares que su primer trabajo. Con La noche es virgen (1997), un libro que en principio ni siquiera pensaba publicar, ganó el Premio Herralde. Luego editó Yo amo a mi mami (1999), un repaso de su infancia en clave de novela. Y ahora llega “Los amigos que perdí”, que Terra publica en Internet antes de que llegue a las librerías argentinas en la segunda mitad del año.

Dentro de sus entrevistas más recordadas, está aquella famosa en que preguntara al entonces candidato Alan García antes de las elecccion es presidenciales de 1985, de si se había practicado la cura de sueño para tratar su salud mental luego de la muerte del célebre Victor Raul Haya de la Torre. Respuesta que no llegaría hasta 25 años después, tal como lo cuenta el propio Bayly en sus crónicas sobre la campaña electoral del año 2001 recogidas en su libro El Francotirador.
En las elecciones de 2001, al lado de Álvaro Vargas Llosa, se recuerda la campaña en la sugiere el voto en blanco porque no estaba de acuerdo con ninguno de los dos candidatos de la segunda vuelta: Alejandro Toledo y Alan García.
En 2006, junto a Cecilia Valenzuela, mostró abiertamente su postura en contra la postulación a la presidencia de Ollanta Humala en las elecciones presidenciales del Perú; sugiriendo utilizar el método del “mal menor” y votar por Alan García.
Desde el año 2006 ha retomado la conducción del programa de entrevistas El Francotirador vía Frecuencia Latina los domingos de 22:00 a 00:00 horas.
Debido a su trayectoria como entrevistador, tras de la cual continúa forjando su estilo único de entrevistas, ha sido apodado “El tío terrible de la televisión”, una clara actualización de su apodo más memorable.
Es colaborador en medios impresos, como en el diario Correo en el Perú, con una columna semanal de opinión y crónicas personales.

Fuente: http://jaime-bayly.com/wp/?page_id=6

Jóvenes y basura

A la falta de pensamiento político los jóvenes han opuesto la importancia del estilo. A cambio de no poseer compromiso ideológico han exaltado el valor de la actitud. Hasta cierto punto es verdad que los jóvenes están despolitizados colectivamente. Pero más allá de este punto emerge otra verdad: los jóvenes pelean por procurarse una identidad individual.

Cunde hoy una subcultura emparentada con algunos faldones del 68 y más atrás con el romanticismo libertario que caracteriza al sector más activo y que podría verse como un movimiento. ¿Un movimiento que funda un colectivo de lucha? Nada de esto. Se trata precisamente de un 'individualismo expresivo' según la definición de Bellah y sus colegas en Hábitos del corazón. Un individualismo que trata de afirmarse no para conseguir nada de afuera sino para defenderse de caer en la ciénaga de la aborrecida sociedad actual.

A estos jóvenes airados no les interesa lo social. Contra la tendencia a la homogeneización de usos y productos culturales oponen la hetereogeneidad, contra la globalización y el holismo enarbolan la diferencia y, ante la cohesión, la difusión. Son enemigos de las ideas claras y el chocolate espeso. Sus músicas, sus ropas, sus amigos, sus lenguajes, son mixtura. La orientación de sus vidas, caso de existir, les llevaría a cruzar fronteras, razas, sexos en una elección de amistarse con el caos.

¿El desorden? 'El desorden es el orden menos el poder' puede leerse estos días en un muro de la exposición destroyer en el recién inaugurado Palais de Tokyo de París. Allí, en un inmenso recinto en dos niveles, el arte se ha entregado a ser residuo y el residuo se alza como arte total, un arte sin los fines del arte, sin su atracción o sus viejas denuncias. El arte -o lo que sea- discurre como cualquier cosa y no para gustar. Lo marginal pasa a ser central y lo central queda disgregado en materiales mezclados propios de la basura. Es decir, la basura en cuanto gran mixtura se eleva a insignia de la posmodernidad. Una estética de la fusión y la pobreza, la fuerza de lo apartado de la vista como una amenaza contra el confort.

Pero estos jóvenes ya no aspiran, como sus antecesores rebeldes, a transformar la sociedad. Pasan de ella. Frente a las cuestiones de carácter social proclaman la liberación particular, ante el pensamiento único, el pensamiento abierto; en vez de la réplica, la innovación; en lugar de la adaptación, las adopciones; en sustitución del cambio rápido, la evolución lentificada. No confían en el progreso y no tienen nada que ver con las conocidas formas de agrupamientos rupturistas que extraían su eficacia de la cooperación de clase. La libertad no se demanda ahora para salvar a una determinada clase social y, posteriormente, al mundo, sino sólo para salvarse a sí mismos. Ser libres para ser yo. La libertad no será, pues, una liberación social, sino una liberación de lo social.

Este 'individualismo expresivo' aparecía antes como un carácter de la clase media alta, pero ahora el grupo que más lo representa se ha conformado con una notable proporción de chicos y chicas de extracción obrera cuyas elecciones y estilos han llegado a convertirse en referencias de moda. El restaurante del Palais de Tokyo es un espacio calcado de un destartalado comedor de empresa y el guardarropa adquiere el estilo de un mercadillo suburbial.

Las clases se funden en la estética destroyer como si no hubiera clases. Los dominadores son vistos como escorias morales, mientras los jóvenes automarginados, vestidos de 'alternativos', son contemplados desde las instituciones como una materia a reciclar. Basuras de un lado y de otro en una sociedad adentrada en la incomunicación de la comunicación. El arte, la política, la ciencia, el terrorismo, son del orden del desastre. Pero el arte -o lo que sea- que se expone por las salas occidentales en boga, desde Nueva York a Berlín, desde París a Londres, se encuentra inspirado en el mismo lema: la sociedad es detritus, el mundo un basurero y sólo cabe así el irónico incendio de los desechos y la extrema fuga individual.

Vicente Verdú. El País, 1 de Febrero del 2002

Cuando lo normal es raro

 Usted no es normal. Si está leyendo estas páginas, seguramente pertenece a la minoría de la humanidad que tiene un empleo estable, adecuado acceso a la Seguridad Social y que además disfruta de una considerable libertad política. Además, a diferencia de otros 860 millones de personas, usted sabe leer. Y gasta más de dos euros al día. El porcentaje de la población mundial que combina todos estos atributos es menos del 4%.

La Organización Internacional del Trabajo calcula que un tercio de la población activa está desempleada o subempleada, y la mitad de la población mundial no tiene acceso a seguridad social de ninguna clase. Freedom House, una organización que estudia los sistemas políticos de los países, clasifica a 103 de las 192 naciones del mundo como "no libres" o "parcialmente libres", lo cual significa que las libertades civiles y los derechos políticos básicos de sus ciudadanos son nulos o muy reducidos. Más de 3.600 millones de personas, o un 56% de la población mundial, viven en esos países. Según el Banco Mundial, aproximadamente la mitad de la humanidad vive con menos de dos euros al día.

Así, estadísticamente, hoy en día un ser humano "normal" es muy pobre; vive en condiciones físicas, económicas y políticas opresivas, y está regido por un gobierno incapaz y corrupto. Pero la normalidad no sólo se define mediante estadísticas. Normal quiere decir algo que es "habitual, típico o esperado". Por tanto, lo normal no es sólo lo que es estadísticamente más frecuente, sino también lo que otros suponen que lo es. En ese sentido, las expectativas de una pequeña pero influyente minoría distorsionan la realidad de la vasta mayoría. Existe una enorme diferencia entre lo que el ciudadano medio de las democracias occidentales avanzadas -y las élites más ricas en todas partes- suponen que es o debería ser normal, y las realidades diarias que confronta la abrumadora mayoría de la gente. La información sobre las nefastas condiciones habituales en los países pobres es bien conocida y ampliamente debatida. Sorprendentemente, sin embargo, las expectativas sobre lo que significa ser normal en el mundo actual suelen reflejar la anormal realidad de unos pocos países ricos y no la norma global. Suponemos que es normal comer tres o cuatro veces diarias; caminar por la calle sin miedo, y tener acceso al agua, la electricidad, el teléfono y el transporte público. O que durante el día los niños van a la escuela. Lamentablemente, nada de esto es lo más común. Hoy en día, 852 millones de personas, incluidos muchos niños y ancianos, no comen tres veces al día, y cuando lo hacen, esa comida no les proporciona el consumo calórico diario necesario para una persona normal. Aproximadamente, 1.600 millones de personas carecen de acceso a la electricidad, y 2.400 millones recurren a combustibles tradicionales como la madera y el estiércol para la cocina y la calefacción. Un 30% de la población mundial jamás ha hecho una llamada telefónica. La delincuencia callejera y la violencia urbana son normales en gran parte del mundo. El índice medio de homicidios en Latinoamérica es de aproximadamente 25 por cada 100.000 habitantes, y en el África subsahariana, de unos 18 asesinatos por cada 100.000 habitantes. (En la Unión Europea se producen sólo tres homicidios por cada 100.000 habitantes). Se calcula que unos 246 millones de niños, aproximadamente uno de cada seis, trabajan, y de ellos, 73 millones tienen menos de 10 años. Mientras que un nacimiento generalmente es un momento de alegría y celebración en los países de mayores ingresos elevados, en el resto del mundo es una amenaza de muerte, enfermedades y discapacidades. Según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren más de medio millón de mujeres debido a complicaciones derivadas del embarazo en los países en desarrollo, donde el riesgo de mortalidad materna es de una de cada 61. En los países ricos, el riesgo de mortalidad materna es de una entre 2.800.

Esta percepción distorsionada de lo que es normal puede adoptar formas más sutiles. Un buen ejemplo son las suposiciones que hacemos sobre la calidad de las noticias que recibimos. Lo normal es suponer que las noticias están exentas de injerencias gubernamentales. Pero en gran parte del mundo, ése no es el caso. Un sondeo del Banco Mundial sobre la propiedad de los medios de comunicación descubrió que en 97 países, un 72% de las cinco emisoras más importantes y un 60% de las cinco empresas de televisión más vistas son propiedad del Estado. El estudio también encontró pruebas estadísticas fehacientes de que los países con un mayor control estatal de los medios disfrutan de menos derechos políticos, así como de una calidad muy pobre de servicios educativos y sanitarios.

Las suposiciones del mundo rico sobre lo que constituye la norma global pueden resultar en costosos errores. Se han derrochado miles de millones de euros porque se da por hecho que los gobiernos de los países más pobres son en diseño y normas más o menos similares a los de las naciones ricas, sólo que un poco menos eficaces. A pesar de los constantes recordatorios de que la mayoría de los gobiernos del mundo son incapaces de realizar tareas relativamente sencillas, como entregar el correo o recoger la basura, la mayoría de las fórmulas que se proponen sobre cómo deberían solventar sus problemas dichos países suponen la existencia de capacidades inexistentes en la gran mayoría del sector público del mundo.

Esto en parte sucede porque queremos que la gente tenga una vida mejor, y es natural que usemos nuestra definición de normalidad como guía para ayudar a los demás. Lo que impulsa el desfase entre lo que suponemos que es normal y la realidad a la que se enfrentan miles de millones de personas no es sólo la tendencia provinciana a imponer nuestra experiencia a los demás, sino también una manifestación sincera de nuestros valores. Esto no quiere decir que estos juicios de valor acerca de cómo deben ser las cosas deben abandonarse; de hecho, son estos valores los que señalan la dirección en la que se encuentra el progreso. Pero una cosa es tenerlos como metas y otra muy distinta -y peligrosa- es suponer que nuestros ideales son parte de la realidad. Es fácil equivocarse diseñando una política educativa "normal" para un país donde es común que los niños lleguen a la escuela sin haber comido o donde las niñas arriesgan su seguridad física cada vez que salen de su casa. La política de impuestos o de normas laborales en países donde el trabajo informal y las transacciones ilícitas son lo normal tampoco responde bien a los conceptos tradicionales.

Muchas decisiones de política pública han sido erradas porque han confundido ideales con realidades. En tiempos como éstos, en los cuales los valores se han vuelto tan habituales en la retórica política, es importante estar muy alerta a la posibilidad de que nuestras opiniones, planes y decisiones se cimienten en falsas suposiciones sobre lo que es normal. Cuando eso ocurre, los valores conducen a malas decisiones, y no a una mayor claridad moral.

Moisés Naím es director de la revista Foreign Policy. Traducción de News Clips

Mariposas...

Mariposas...

Algo cansado...

Algo cansado...

 

Parece que lo días son interminables, los segundos son como minutos, los minutos se hacen horas, las horas días y así sucesivamente. Pero...¿Por qué? ¿Por qué parece que no avanza el reloj de pared? ¿Por qué? Tal vez porque uno está cansado de la rutina y cuando me refiero a rutina todo el mundo sabe de lo que estoy hablando. Y si no lo sabe que sepa que hablo de ver a la misma gente en el lugar de siempre y a la hora de siempre.

O tal vez no es rutina sino estar cansado, cansado de que sepan quien eres, que haces, donde vives y casi por casualidad y sin quererlo eres presa del cotilleo barato o de las burlas. Pero aún peor no es esto sino la falsedad con la que te venden su amistad y su aprecio haciéndote creer que eres alguien especial para ellos y cuando vienes a darte cuenta tienes veinte puñales clavados en la espalda y dices "De nuevo esta sensación".

Y cuando has llegado a este punto, al final del abismo ya no tiene vuelta hacia atrás. Es como si las aspiraciones de uno se acabaran,  como si no hubiera una motivación por avanzar, por ser mejor, simplemente te conformas con lo que tienes. ¿Tal vez por miedo? ¿Tal vez por pereza? ¿O simplemente por tradición?No lo se. Pero la realidad no es otra que seguir viviendo donde siempre.

Pero cuando no quieres cumplir el pronóstico, cuando quieres más y las cadenas te atan en esta cárcel, sientes la mayor frustración, la mayor impotencia porque tienes una sed insaciable o como dice la gente ganas de comerte el mundo en dos días. No obstante uno debe ser realista y saber que hoy por hoy debe cumplir condena y esperar, esperar a que el mar este en  calma para poder navegar sin problemas. Y cuando la tormenta pase será libre de navegar por donde quiera, libre de la opresión y de las miras furtivas. Después será uno quien mire por encima del hombre y piense "Quien ríe el último ríe mejor".

Y termino como empece, cansado, como si el tiempo no hubiera transcurrido. Poco a poco las fuerzas y las ganas se van agotando, porque uno está cansado y aburrido de luchar contra viento y marea y sólo tiene dos opciones 1) Ser uno más del  rebaño o 2) Seguir luchando y no rendirse.

Far away from home

Me fascina el vivir cada dia pero a veces me siento tal que...
Espero encontrar un poco de paz en mi alma y solo quiero saber.
Y quien puede curar esos pequeños corazones rotos, y que vamos a ser.
Donde esta el hogar en la via lactea de estrellas, Seco mis ojos de nuevo.

En mis sueños no estoy tan lejos de casa,
Que es lo que soy en un mundo tan lejano de casa,
Toda mi vida todo el tiempo tan lejos de casa,
Sin ti estare tan lejos de casa.

Si pudieramos hacer cierta la oscuridad de la Noche, tendriamos un dia mas brillante
El mundo que veo mas alla de tus lindos ojos, me hace querer quedarme
Y quien puede curar esos pequeños corazones rotos, y que vamos a ser.
Donde esta el hogar en la via lactea de estrellas, Seco mis ojos de nuevo.

En mis sueños no estoy tan lejos de casa,
Que es lo que soy en un mundo tan lejano de casa,
Toda mi vida todo el tiempo tan lejos de casa,
Sin ti estare tan lejos de casa.

Cuento contigo, no importa lo que digan, porque el amor puede encontrar su momento.
Espero ser una parte de ti de nuevo, nena solamente brillemos
Y quien puede curar esos pequeños corazones rotos, y que vamos a ser.
Donde esta el hogar en la via lactea de estrellas, Seco mis ojos de nuevo.

En mis sueños no estoy tan lejos de casa,
Que es lo que soy en un mundo tan lejano de casa,
Toda mi vida todo el tiempo tan lejos de casa,
Sin ti estare tan lejos de casa.

El arte es la ciencia de lo inútil

El arte es la ciencia de lo inútil

 Dejo otra breve historia de los Renglones Torcidos de Dios.

 ¿Qué piensa usted de las artes?

El arte es la ciencia de lo inútil.

El médico frunció la frente, sorprendido. Aquella respuesta no cuadra­ba con la personalidad que había creído adivinar en su paciente.

¿Quiere decir que desprecia usted las artes; que las considera algo trivial, y a quiénes las practican gentes desocupadas que no tienen otra cosa mejor que hacer?

¡Nada de eso, doctor! ¡Considero que el arte es tanto más sublime cuanto mayor es su inutilidad!

Explíquese mejor.

El hombre es el único animal que se crea necesidades que nada tienen que ver con la subsistencia del individuo y con la reproducción de la especie. No le basta comer para alimentarse, sino que condimenta los alimentos, de modo que añadan placer a la satisfacción de su necesidad. No le basta vestirse para abrigarse, sino que añade, a esta función tan elemental, la exigencia de confeccionar su ropa con determinadas formas y colores. No se contenta con cobijarse, sino que construye edificios con líneas armoniosas y caprichosas que exceden de su necesidad: lo cual no ocurre con la guarida del zorro, la madriguera del conejo o el nido de la cigüeña. ¿Hay algo más inútil que la corbata que lleva usted puesta? ¿De qué le sirve al estómago una salsa cumberland o un Chateaubriand a la Périgord? ¿Qué añade al cobijo del hombre el friso de una escayola o las orlas en forma de signos de interrogación de los hierros que sostienen el pasamanos de una escalera? Pues bien: todo eso que está inútilmente "añadido a la pura necesidad"... ¡ya es arte! La gastronomía, la hoy llamada alta costura y la decoración son las primeras artes creadas por nuestra especie, porque representan los excesos inútiles añadidos a las necesidades primarias de comer, abrigarse y guarecerse.

Dígame, señora de Almenara, ¿dónde ha leído ese ensayo sobre la inutilidad? ¡Me gustaría conocerlo!

¡No necesito leer a los demás para formarme una opinión, doctor!

Prosiga, señora: me tiene usted absolutamente fascinado.

Pues bien —continuó Alicia—, en el momento mismo en que el espíritu creador del hombre se despegó incluso de la necesidad primaria para producir sus lucubraciones, nacieron las grandes Artes: la Poesía, la Danza, la Música y la Pintura.

Olvida la Arquitectura.

Considero a la Arquitectura, como a la Gastronomía, un añadido inútil a una necesidad "primaria". La Danza, en cierto modo, también tiene este lastre, pero se aleja más de la necesidad. Es... ¿cómo explicarme?, una... una... ¡una mímica sublimada! ¡Eso es lo que quería decir! Tal vez la Danza sea anterior al lenguaje y tuviera en sus orígenes una intencionalidad práctica: con carga erótica, reverencial o religiosa. ¡Yo no estaba allí, y no sé qué "intencionalidad" tenía! Pero no hay duda que encerraba "un propósito", encaminado a la consecución de un fin. No sé si me explico, pero la intencionalidad es algo muy superior a la "necesidad primaria". Está ya directamente relacionada con el juicio y la voluntad. "Quiero esto y voy a demostrarlo con gestos y ademanes rítmicos". ¡Y la Humanidad se puso a danzar! ¡De ahí a la Paulova o a Nureyev no había más que un paso! La Pintura pertenece a un género superior. ¡Es más inútil todavía! Tiene un lejanísimo parentesco con la escritura ideográfica, mas una vez añadida su carga de inutilidad, la distancia entre lo necesario y lo que no sirve para nada, se hace tan grande, que la considero entre las primeras de las Artes Mayores. ¿No opina lo mismo, doctor?

Mi querida amiga, no es mi opinión lo que interesa, sino la suya.

¿Y no le interesa que a mí me interese conocer su opinión, doctor? ¡Sería muy poco galante de su parte dejarme hablar y hablar sin inter­venir!

Eso es precisamente lo que deseo, señora. Y empiezo a pensar que se le ha acabado la inspiración. ¿Cómo juzga usted la Poesía?

Paralela en méritos a la Pintura, aunque un tanto más inútil todavía. ¿Qué quiere decir, o para qué sirve decir:

Mi corazón, como una serpiente se ha desprendido de su piel, ’ y aquí la miro entre mis dedos llena de heridas y de miel?

"¡Oh, doctor! Ni el corazón tiene una piel como la de las serpientes que se la cambian cada temporada como las modas de las mujeres, ni los ofidios ni el corazón acostumbran a impregnarse del zumo de las abejas; ni hay hombre que pueda contemplar viscera tan delicada entre las manos: pues si estuviese vivo moriría en el intento; y si muer­to, no podría contemplarla. ¡Y sin embargo este poemilla de García Lorca es arte puro! "Queda, por último, la Música. ¿Qué mayor inutilidad que unir unos ruidos con otros ruidos que no expresan directamente nada y que pueden ser interpretados de mil distintas maneras según el estado de ánimo de quien los escuche? ¿A quién alimenta eso? ¿A quién abriga? ¿A quién cobija? ¡A nadie! La Música es la más inútil, biológicamente hablando, dé todas las Artes y, por ello, por su pavorosa y radical inu­tilidad, es la más grande de todas ellas; la menos irracional, la más inte­lectual, la más espiritual, la más humana, en tanto que esto signifique superación de los seres inferiores. Porque lo cierto es que hay quien en­tiende, ¡equivocadamente, claro está!, por "humano"...

Alicia se detuvo y se sonrojó.

{...}

—Me estaba usted diciendo qué es lo que se entiende y lo que no de­be entenderse por "humano".

La gente equivoca este término y entiende por "debilidades huma­nas" lo que en realidad son "debilidades animales". Lo humano, por el contrario, es lo que supera a lo animal: lo que está por encima de lo que hay en nosotros, de fieras.