Blogia
Amorloco

Libros

No se lo digas a nadie

No se lo digas a nadie

Opinión personal

Interesante novela, en ella podemos ver como se siente un homosexual en una sociedad donde ni él mismo se acepta. Relata paso a paso cada minuto de su vida con el más mínimo detalle.  

Sinopsis

No se lo digas a nadie narra la trayectoria personal de un retoño de la más acomodada burguesía limeña, el cual descubre, en un contexto familiar donde el más brutal machismo y clasismo coexisten con la mojigatería, su propia identidad homoerótica, que le lleva, no sin algún episodio de ocasional heterosexualidad, a la espiral de dogradicción, en el ámbito de los "coqueros" y al borde mismo de la prostitución masculina urbana. Sin embargo, el protagonista no es devorado por el mundo de la marginalidad, y, al aceptarse a sí mismo, convierte su conflictiva ruta, alejada ya de la droga, en una afirmación serena de la condición que le define.

La película

No se lo digas a nadie es una película peruana dirigida por Francisco Lombardi basada en el libro homónimo de Jaime Bayly quien también participó como guionista. Se estrenó en 1998. Fue la primera película con temática homosexual hecha en el Perú. Se destaca también el trabajo de dicción realizado por la actríz española Lucía Jiménez

Sobre el autor

Nació en Lima el 19 de febrero de 1965 en el barrio Miraflores de Lima, Perú. En su adolescencia trabajó en el diario “La Prensa”, cuyo director era amigo de su madre. Allí hizo amigos y descubrió que el periodismo puede ser “un vicio y una pasión”, según él mismo reconoce.

En el año 82 entró a la Universidad Católica con la firme determinación de ser abogado y, luego, político. Pero también comenzó a desarrollar con más vigor su interés por el periodismo. Sus primeros pasos en la televisión los dio en 1983, cuando tenía apenas 18 años. Empezó con programas políticos muy serios, pero luego se aburrió y decidió entrevistar a personalidades célebres y extravagantes, el perfil con el que se hizo popular.

En 1990 apoyó desde Miami, donde estaba radicado, la candidatura presidencial del escritor peruano Mario Vargas Llosa , finalmente derrotado por el actual presidente peruano Alberto Fujimori. Al año siguiente, cuando regreso a Perú, lanzó Qué hay de nuevo, un programa de TV que denotaba su admiración por el popular conductor norteamericano David Letterman.

Desde hace seis años trabaja en la televisión de Miami. Primero estuvo en Sur y luego en CBS en español. Actualmente se desempeña en Telemundo y distribuye su programa, El show de Jaime Bayly, en algunos países de América Latina, entre ellos, la Argentina, donde es emitido por el “Canal a” de la televisión por cable.

Su vínculo con la literatura se inició en 1990, cuando tenía 25 años. Comenzó a marcar los trazos de su escritura en un crudo invierno madrileño, y desde entonces no ha podido dejar de narrar en clave literaria. Por momentos, lo considera una condena y en otros, una bendición. En realidad, Bayly considera que su vocación verdadera es la escritura.

Su primer libro, No se lo digas a nadie (1994), provocó mucha polémica. Fue escrito en Washington entre el 92 y el 94, época en la que Bayly se retiró de la televisión. Sin embargo, a la hora de elegir su libro favorito, el peruano se inclina por Fue ayer y no me acuerdo (1995), que vendió menos ejemplares que su primer trabajo. Con La noche es virgen (1997), un libro que en principio ni siquiera pensaba publicar, ganó el Premio Herralde. Luego editó Yo amo a mi mami (1999), un repaso de su infancia en clave de novela. Y ahora llega “Los amigos que perdí”, que Terra publica en Internet antes de que llegue a las librerías argentinas en la segunda mitad del año.

Dentro de sus entrevistas más recordadas, está aquella famosa en que preguntara al entonces candidato Alan García antes de las elecccion es presidenciales de 1985, de si se había practicado la cura de sueño para tratar su salud mental luego de la muerte del célebre Victor Raul Haya de la Torre. Respuesta que no llegaría hasta 25 años después, tal como lo cuenta el propio Bayly en sus crónicas sobre la campaña electoral del año 2001 recogidas en su libro El Francotirador.
En las elecciones de 2001, al lado de Álvaro Vargas Llosa, se recuerda la campaña en la sugiere el voto en blanco porque no estaba de acuerdo con ninguno de los dos candidatos de la segunda vuelta: Alejandro Toledo y Alan García.
En 2006, junto a Cecilia Valenzuela, mostró abiertamente su postura en contra la postulación a la presidencia de Ollanta Humala en las elecciones presidenciales del Perú; sugiriendo utilizar el método del “mal menor” y votar por Alan García.
Desde el año 2006 ha retomado la conducción del programa de entrevistas El Francotirador vía Frecuencia Latina los domingos de 22:00 a 00:00 horas.
Debido a su trayectoria como entrevistador, tras de la cual continúa forjando su estilo único de entrevistas, ha sido apodado “El tío terrible de la televisión”, una clara actualización de su apodo más memorable.
Es colaborador en medios impresos, como en el diario Correo en el Perú, con una columna semanal de opinión y crónicas personales.

Fuente: http://jaime-bayly.com/wp/?page_id=6

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero

Sinopsis:

Este libro se convirtió inmediatamente en un clásico y consagró a su autor como «uno de los grandes escritores clínicos del siglo» (The New York Times). En él narra veinte historiales médicos de pacientes perdidos en el extraño mundo de las enfermedades neurológicas: individuos aquejados por inauditas aberraciones de la percepción, que han perdido la memoria, que son incapaces de reconocer a sus familiares o los objetos cotidianos..., a los que Oliver Sacks retrata con pasión humana y gran talento literario.

Algunos estractos:

Aquí presentamos unos extractos de cada caso con el objeto de estimular a leer las historias originales en: Sacks, Oliver (2002). El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Barcelona. Ed. Anagrama. Todas ellas reflejan la importancia de la memoria en el yo. Como en cierta ocasión apuntó Buñuel,  Hay que haber empezado a perder la memoria, aunque sea sólo a retazos, para darse cuenta de que esta memoria es lo que constituye toda nues­tra vida. Una vida sin memoria no sería vida... Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro sentimiento. Sin ella, no somos nada...”

Historia 1.  El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Caso de prosopagnosia).

“…Los lóbulos temporales del doctor P. estaban intactos, no cabía duda alguna: tenía un córtex musical maravilloso. ¿Qué tendría, me preguntaba yo, en los lóbulos parietal y occipital, sobre todo en las partes en que se producen los procesos de la visión? Llevaba los sólidos platónicos en el equipo neurológico y decidí empezar por ellos.

‑¿Qué es esto? ‑pregunté, extrayendo el primero.

‑Un cubo, por supuesto.

‑¿Y esto? ‑pregunté, esgrimiendo otro.

Me preguntó si podía examinarlo, y lo hizo rápida y sis­temáticamente:

‑Un dodecaedro, por supuesto. Y no se moleste con los demás... ése de ahí es un icosaedro.

Era evidente que las formas abstractas no planteaban ningún problema. ¿Y las caras? Saqué una baraja. Identifi­có inmediatamente todas las cartas, incluidas las jotas, las reinas, los reyes y el comodín. Pero se trataba, claro, de di­bujos estilizados, y era imposible determinar si veía ros­tros o sólo ciertas pautas. Decidí mostrarle un libro de ca­ricaturas que llevaba en la cartera. También en este caso respondió bien mayoritariamente. El puro de Churchill, la nariz de Schnozzle: en cuanto captaba un rasgo podía iden­tificar la cara. Pero las caricaturas son también formales y esquemáticas. Había que ver cómo se las arreglaba con rostros reales, representados de forma realista.

Puse la televisión, sin el sonido, y me topé con una pelí­cula antigua de Bette Davis. Se estaba desarrollando una es­cena de amor. El doctor P. no fue capaz de identificar a la actriz... pero esto podría deberse a que la actriz nunca hu­biese entrado en su mundo. Lo que resultaba ya más sorpren­dente era que no lograba identificar las expresiones de la ac­triz ni las de su pareja, aunque a lo largo de una sola escena tórrida dichas expresiones pasaron del anhelo voluptuoso a la pasión, la sorpresa, el disgusto y la furia, a una reconci­liación tierna. El doctor P. no fue capaz de apreciar nada de todo esto. No parecía enterarse de lo que estaba sucedien­do, de quién era quién, ni siquiera de qué sexo eran. Sus co­mentarios sobre la escena eran claramente marcianos.

Cabía la posibilidad de que parte de sus dificultades se debiesen a la irrealidad de un mundo hollywoodense de ce­luloide; pensé que quizás tuviese más éxito identificando caras de su propia vida. Había por las paredes fotos de la familia, de colegas, de alumnos, fotos suyas. Cogí unas cuantas y se las enseñé, no sin cierta aprensión. Lo que ha­bía resultado divertido, o chistoso, en relación con la pelí­cula, resultaba trágico en la vida real. No identificó en rea­lidad a nadie: ni a su familia ni a los colegas ni a los alumnos; ni siquiera se reconocía él mismo. Identificó en una foto a Einstein por el bigote y el cabello característi­cos; y lo mismo sucedió con una o dos personas más.

‑¡Ah sí, Paul! ‑dijo cuando le enseñé una foto de su hermano‑. Esa mandíbula cuadrada, esos dientes tan grandes... ¡Reconocería a Paul en cualquier parte!

¿Pero había reconocido a Paul o había identificado uno o dos de sus rasgos y podía en base a ellos formular una conjetura razonable sobre su identidad? Si faltaban «indi­cadores» obvios se quedaba totalmente perdido. Pero no era sólo que fallase la cognición, la gnosis; había algo fun­damentalmente impropio en toda su forma de proceder. Abordaba aquellas caras (hasta las más próximas y queri­das) como si fuesen pruebas o rompecabezas abstractos. No se relacionaba con ellas, no contemplaba. Ningún ros­tro le era familiar, no lo veía como correspondiendo a una persona, lo identificaba sólo como una serie de elementos, como un objeto. Así pues, había gnosis formal pero ni ras­tro de gnosis personal. Y junto a esto estaba su indiferen­cia o ceguera, a la expresión. Un rostro es, para nosotros, una persona que mira... vemos, digamos, a la persona, a través de su persona, su rostro. Pero para el doctor P. no existía ninguna persona en este sentido... no había persona exterior ni persona interior” (págs. 31-33).

 

Historia 2.  El hombre que se cayó de la cama (Caso de problema con la sensorialidad propiceptiva).

Cuando llegué me encontré al paciente echado en el suelo junto a la cama mirándose fijamente una pierna. Ha­bía en su expresión cólera, alarma, desconcierto y cierta divertida curiosidad... pero lo que predominaba era el des­concierto, con un punto de consternación. Le pregunté si quería volver a acostarse, o si necesitaba ayuda, pero estas sugerencias parecieron alterarle y me hizo un gesto nega­tivo. Me puse en cuclillas a su lado y fui sacándole la historia allí, echado en el suelo. Había ingresado aquella mañana para unas pruebas, me dijo. No tenía ningún problema, pero los neurólogos, al comprobar que tenía la pier­na izquierda «holgazana» (ésa había sido la palabra exacta que habían utilizado) creyeron oportuno ingresarlo. Se había sentido perfectamente todo el día y al atardecer se había quedado adormilado. Cuando despertó se sentía bien también, hasta que se movió en la cama. Entonces descubrió, según sus propias palabras, «una pierna de al­guien» en la cama... ¡una pierna humana cortada, era ho­rrible! Al principio se quedó estupefacto, asombrado, acon­gojado... jamás en su vida había experimentado, ni imaginado siquiera, algo tan increíble. Tanteó la pierna con cierta cautela. Parecía perfectamente formada, pero era «extraña» y estaba fría. De pronto tuvo una inspiración. Ya sabía lo que había pasado: ¡Era todo una broma! ¡Una broma absolutamente monstruosa y disparatada pero bastante original! Era el día de Año Viejo y todo el mun­do estaba celebrándolo. La mitad del personal andaba achispado; todos gastaban bromas, tiraban petardos; una escena de carnaval. Evidentemente una de las enfermeras que debía tener un sentido del humor un tanto macabro se había introducido subrepticiamente en la Sala de Disec­ción, había sacado de allí una pierna y luego se la había metido a él en la cama para gastarle una broma cuando es­taba aún completamente dormido. Esta explicación le tranquilizó mucho; pero considerando que una broma es una broma y que aquélla se pasaba ya un poco de la raya, lanzó fuera de la cama aquella pierna condenada. Pero, y en este punto perdió ya el tono coloquial y se puso de pronto a temblar, se puso pálido, cuando la tiró de la cama, sin explicarse cómo, cayó él también detrás de ella... y ahora la te­nía unida al cuerpo.

‑¡Mírela! ‑chilló, con una expresión de repugnan­cia‑. ¿Ha visto usted alguna vez algo tan horrible, tan es­pantoso? Yo creí que un cadáver estaba muerto y se acabó. ¡Pero esto es misterioso! Y no sé... es espeluznante... ¡Pare­ce como si la tuviera pegada!

La asió con las dos manos, con una violencia extraordinaria e intentó arrancársela del cuerpo y al no poder, se puso a aporrearla en un arrebato de cólera.

-¡Calma! ‑dije‑. ¡Tranquilícese! ¡No se ponga así! No debe aporrear esa pierna de ese modo.

‑ ¿Y por qué no? - preguntó irritado, agresivo.

‑Porque esa pierna es suya ‑contesté‑. ¿Es que no reconoce usted su propia pierna?

Me miró con una expresión en la que había estupefac­ción, incredulidad, terror y curiosidad a la vez, todo ello mezclado con una especie de recelo jocoso.

‑¡Vamos, doctor! ‑dijo‑. ¡Está usted tomándome el pelo! Está usted de acuerdo con esa enfermera... ¡no debe­rían burlarse así de los pacientes! ~

‑No estoy bromeando ‑le dije yo‑. Esa pierna es suya.” (págs. 82-84).

 

Historia 3.  ¡Vista a la derecha! (Caso de problema con neglect).

La señora S., una mujer inteligente de sesenta años, ha sufrido un grave ataque que afecta a las partes posteriores y más profundas del hemisferio cerebral derecho. Conser­va plenamente la inteligencia... y el humor.

A veces se queja a las enfermeras de que no le han puesto el postre o el café en la bandeja. Cuando las enfermeras le explican: «Pero, señora S., lo tiene ahí, a la izquierda», pare­ce no entender lo que le dicen, y no mira a la izquierda. Si tiene la cabeza ligeramente girada, de manera que resulte visible el postre para la mitad derecha intacta del campo vi­sual, dice: «Vaya, pero si está ahí... pues antes no estaba». La señora S. ha perdido totalmente la noción de «izquierda», tanto por lo que se refiere al mundo como a su propio cuerpo. Se queja a veces de que las raciones son demasiado peque­ñas, pero esto se debe a que sólo come de la mitad derecha del plato... no cae en la cuenta de que pueda haber también una mitad izquierda. A veces se pinta los labios y se maqui­lla la mitad derecha de la cara, olvidándose por completo de la izquierda: es casi imposible tratar estos problemas por­que no hay modo de atraer su atención hacia ellos («Hemi-desatención», ver Battersby 1956) y no tiene ni idea de que existan. Lo sabe intelectualmente, y puede comprenderlo, y reírse; pero le es imposible saberlo de una forma directa.

Al saberlo intelectualmente, al saberlo por deducción, ha elaborado estrategias para resolverlo. No puede mirar a la izquierda, directamente, no puede girar a la izquierda, así que lo que hace es girar a la derecha... y hacer un círcu­lo completo. Por eso solicitó, y se le facilitó, una silla de ruedas giratoria. Y ahora, si no puede encontrar algo que sabe que debería estar, gira a la derecha, haciendo un círcu­lo, hasta que lo ve. Este procedimiento le parece notable­mente práctico si no puede hallar el café o el postre. Si la ración le parece demasiado pequeña, se gira a la derecha, mirando en esa misma dirección, hasta que se hace visible la mitad que faltaba, entonces se la come, o se come más bien la mitad, y siente menos hambre que antes. Pero si aún tiene hambre, o piensa en el asunto y se da cuenta de que quizás haya visto sólo la mitad de la mitad perdida, realiza una segunda rotación hasta que ve el cuarto restan­te, y lo bisecciona de nuevo también. Suele bastar con esto (si echamos cuentas, se habrá comido ya las siete octavas partes de su ración) pero si lo considera necesario, si se siente particularmente hambrienta u obsesionada, da una tercera vuelta y se asegura otra dieciseisava parte de la ra­ción (dejando en el plato, desde luego, el dieciseisavo res­tante, el de la izquierda)” (págs.. 107-108).

 

Historia 4.  Reminiscencia (Caso de paciente con pequeña zona del lóbulo temporal infartada).

La señora O’C. estaba un poco sorda, pero gozaba por lo demás de buena salud. Vivía en una residencia para an­cianos. Una noche, en enero de 1979, soñó clara y nostálgi­camente con su infancia en Irlanda y sobre todo con las canciones que cantaban allí y con cuya música bailaban. Cuando se despertó aún seguía sonando la música, muy alto y muy claro. «Aún debo seguir soñando», pensó, pero no era así. Se levantó, agitada y desconcertada. Se encon­tró con que era aún de noche. Alguien debe haberse dejado la radio puesta, supuso. ¿Pero por qué era ella la única persona que la oía? Comprobó todos los aparatos de radio que pudo encontrar: estaban todos apagados. Luego se le ocurrió otra idea: había oído decir que los empastes denta­les podían actuar a veces como un receptor cristalino, re­cogiendo emisiones descarriadas con extraordinaria inten­sidad. «Es eso», pensó. «Uno de los empastes que tengo me está dando la lata. No me la dará mucho. Haré que me lo arreglen por la mañana. » Se quejó a la enfermera del turno de noche, pero ésta le dijo que los empastes parecían en perfecto estado. Entonces se le ocurrió otra idea: «¿Qué emisora de radio», razonó, «emitiría canciones irlandesas, ensordecedoramente, en mitad de la noche? Canciones, sólo canciones, sin introducción ni comentario. Y sólo canciones que conozco yo. ¿Qué estación de radio iba a poner mis canciones y nada más?». Entonces se preguntó: «¿Es­tará la radio en mi cabeza?».

A estas alturas estaba ya totalmente desconcertada... y la música seguía, ensordecedora. Su última esperanza era su ENT, el otólogo que la examinaba: él la tranquilizaría, le diría que eran sólo «ruidos en el oído», algo relacionado con su sordera, nada que pudiese ser motivo de preocupa­ción. Pero cuando lo vio, aquella misma mañana, el otólogo le dijo: «No, señora O’C., no creo que sean sus oídos. ¡Un simple zumbido o un silbido o un rumor, quizás. Pero un concierto de canciones irlandesas... eso no son los oídos Quizás», añadió, «debiera ver usted a un psiquiatra». La se­ñora O’C. pidió hora a un psiquiatra aquel mismo día. «No, señora O’C.», le dijo el psiquiatra, «no es su mente. No está usted loca... y los locos no oyen música, oyen sólo "voces". Ha de ver usted a un neurólogo, a mi colega el doctor Sacks ». Y así fue como vino a mi la señora O’C” (págs. 172-173).

 

Historia 5.  El perro bajo la piel (Caso de hiperosmia).

Stephen D., veintidós años, estudiante de medicina, con­sumo de drogas (cocaína, PCP y sobre todo anfetaminas). Sueño vívido una noche, soñó que era un perro, en un mundo increíblemente rico y significativo en olores. («El olor feliz del agua... el recio olor de la piedra»). Al desper­tar, se encontró precisamente en un mundo así. «Como si hubiese sido hasta entonces totalmente ciego a los colores y me encontrase de pronto en un mundo lleno de color.» De hecho tuvo una potenciación de la visión cromática («era capaz de diferenciar docenas de marrones donde an­tes habría visto sólo marrón. Mis libros forrados de piel, que parecían similares antes, tenían ahora todos ellos ma­tices completamente diferentes y diferenciables»). Y una potenciación espectacular de la percepción visual eidética y de la memoria («antes no podía dibujar nunca, no podía "ver" cosas en el pensamiento, pero de pronto era como si tuviera en la mente una cámara lúcida: Lo "veía" todo, como proyectado sobre el papel, y me limitaba a dibujar los perfiles que "veía". De pronto podía hacer los dibujos anatómicos más precisos»). Pero lo que realmente transfor­mó su mundo fue la exaltación del olfato: «Yo había soña­do que era un perro (fue un sueño olfativo) y despertaba y me hallaba en un mundo infinitamente fragante... un mundo en el que todas las demás sensaciones, aunque estuvie­sen potenciadas, palidecían frente al olfato». Y con todo esto le sobrevino una especie de emoción trémula y anhe­lante y una nostalgia extraña como de un mundo perdido, medio olvidado y medio recordado (1).

«Entré en una tienda de perfumes», continuó, «hasta entonces no había sido demasiado sensible a los olores, pero ahora distinguía instantáneamente uno de otro, y cada uno de ellos me parecía único, evocador, todo un mundo». Se dio cuenta de que podía distinguir a todas sus amistades (y a todos los pacientes) por el olor: «Entraba en la clínica, olfateaba como un perro, e identificaba así, an­tes de verlos, a los veinte pacientes que había allí. Cada uno de ellos tenía una fisonomía olfativa propia, un rostro de olor, mucho más vívido y evocador, y fragante, que cual­quier rostro visual». Podía oler las emociones de los demás (miedo, alegría, sexualidad) lo mismo que un perro. Podía identificar las calles, las tiendas, por el olor... podía orien­tarse y andar por Nueva York, infaliblemente, por el olor” (págs.. 202-203).

Algo sobre el autor:

Oliver Sacks (9 de julio de 1933, Londres) es neurólogo. Ha escrito importantes libros sobre sus pacientes. Se considera seguidor de la tradición, propia del s. XIX, de las «anécdotas clínicas» (historias de casos clínicos contadas siguiendo un estilo literario informal). Su ejemplo favorito es The mind of the mnemonist, de Alexander Luria.

Se licenció en el Queen’s College de Oxford y se doctoró en neurología en la Universidad de California. Vive en Nueva York desde 1965. Actualmente es profesor clínico de neurología en el Albert Einstein College of Medicine, profesor adjunto de neurología en la School of Medicine de la Universidad de Nueva York y neurólogo de consulta para las Hermanitas de los pobres. Ejerce en la ciudad de Nueva York.

Sacks describe sus casos con poco detalle clínico, concentrándose en las experiencias del paciente. En una de sus historias (Con una sola pierna) él es el protagonista. Algunos de los casos son incurables, o casi, pero los pacientes consiguen adaptarse a sus situaciones de distintos modos.

En su libro más conocido, Despertares (del cual se hizo una película que lleva el mismo título), relata sus experiencias usando la nueva droga L-DOPA en afectados por la epidemia de encefalitis letárgica acaecida en los años 1920. También fue el tema de la primera película hecha para la serie documental Discovery de la BBC.

En otros de sus libros describe casos del síndrome de Tourette y los efectos de la enfermedad de Parkinson. El relato principal de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero versa sobre un hombre con agnosia visual, que también fue el personaje protagonista de una ópera de Michael Nyman presentada en 1987. La historia Un antropólogo en Marte, que forma parte del libro de mismo nombre, trata de Temple Grandin, una profesora con síndrome de Asperger. Las obras de Sacks han sido traducidas a 21 idiomas.

Página Web donde se puede encontrar el libro:

 

http://www.psicojack.com/archivos/021007b.pdf

Inteligencia Emocional

Inteligencia Emocional

¿Por qué algunas personas parecen dotadas de un don especial que les permite vivir bien, aunque no sean las que más se destacan por su inteligencia? ¿Por qué no siempre el alumno más inteligente termina siendo el más exitoso? ¿Por qué unos son más capaces que otros para enfrentar contratiempos, superar obstáculos y ver las dificultades bajo una óptica distinta?

El libro demuestra cómo la inteligencia emocional puede ser fomentada y fortalecida en todos nosotros, y cómo la falta de la misma puede influir en el intelecto o arruinar una carrera.

La inteligencia emocional nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones que soportamos en el trabajo, acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo y adoptar una actitud empática y social, que nos brindará mayores posibilidades de desarrollo personal

En un lenguaje claro y accesible, Goleman presenta una teoría revolucionaria que ha hecho tambalear los conceptos clásicos de la psicología, que daban prioridad al intelecto.

Sobre su autor:

Daniel Goleman es un psicólogo estadounidense, nacido en Stockton, California, el 7 de marzo de 1947. Adquirió fama mundial a partir de la publicación de su libro Emotional Intelligence (Inteligencia Emocional) en 1995.

Daniel Goleman posteriormente tambien escribio Inteligencia Social, la segunda parte del libro Inteligencia Emocional.

Trabajó como redactor de la sección de ciencias de la conducta y del cerebro de The New York Times. Ha sido editor de la revista Psychology Today y profesor de psicología en la Universidad de Harvard, universidad en la que se doctoró.

Goleman fue cofundador de la Collaborative for Academic, Social and Emotional Learning en el centro de estudios infantiles de la universidad de Yale (posteriormente en la universidad de Illinois, en Chicago), cuya misión es ayudar a las escuelas a introducir cursos de educación emocional.

Editado por primera vez en 1995, Inteligencia Emocional se mantuvo durante un año y medio en la lista de libros más vendidos del The New York Times. Según la web oficial de Daniel Goleman, hasta 2006, alrededor de 5.000.000 de ejemplares han sido vendidos en treinta idiomas, siendo best seller en muchos paises.

Cuentos para regalar a las personas que aman

Cuentos para regalar a las personas que aman

Se le preguntó a un maestro qué es lo que habita en el interior del hombre. El sabio respondió:

-Un perro bueno y otro malo que pelean entre sí.

-¿Quién de ellos ganará?- Preguntó el discipulo.

-Depende...¿A cuál de los dos tú alimentas más?

Cuando los grandes maestros no encontraban las palabras, ni las definiciones intelectuales para explicar las más importantes enselanzas de la vida, recurrían a la parábola, a la fábula, al mito o al sueño.

Resumen del libro:

Nuevo volumen de cuentos para reflexionar y aprender a amar la vida. Alrededor de 30 narraciones breves conforman cada una de estas nuevas entregas de la exitosa serie «Cuentos para regalar…». Las deliciosas fábulas de Enrique Mariscal hablan de cómo el ser humano tiende a alejarse de su verdadera esencia, amar, a favor de relaciones distantes, materiales y protocolarias. Mariscal nos invita a reflexionar sobre el amor humano, y a encontrar un espacio mítico donde nuestra sensibilidad aflore, libre de falsas apariencias y de máscaras sociales.

Sobre su autor:

Enrique Mariscal es licenciado en filosofía, psicología y ciencias de la educación por la Universidad de Buenos Aires. Como docente, ha desarrollado una intensa labor en todos los niveles de la enseñanza: fue maestro rurral en zonas desfavorecidas, profesor en un colegio público en Buenos Aires y académico titular y asesor en varias universidades. Asimismo, ha sido asesor de la OMS y especialista en planificación de recursos humanos para la UNESCP-Cepal. Actualmente imparte cursos, seminarios y conferencias de desarrollo personal, trabajo en equipo y creatividad en importantes empresas. Ha escrito numerosos libros con los que ha sabido llegar a todo tipo de público y ganarse la fidelidad de sus lectores.

El cerebro erótico: Rutas neurales de amor y sexo

El cerebro erótico: Rutas neurales de amor y sexo

 

Un libro bastante interesante aunque algo complicado de leer.

Da una visión biológica sobre nuestro cerebro y sus funciones adaptativas. Trata todo tipo de temas relacionados con la sexualidad como la heterosexualidad, homosexualidad, transexualidad y mucho otros temas de candente actualidad.

Cualquier persona que quiera indagar en el tema debe tener este libro en su estantería pues es imprescindible para comprender el funcionamiento de nuestro cerebro erótico.

Resumen del libro:

La cartografía cerebral de las urgencias sexuales y de los sentimientos amorosos era tentativa hace diez años, cuando apareció la primera versión de este libro. Aquellos indicios se han convertido hoy en un esbozo firme que permite adentrarse en las rutas neurales y los engrenajes hormonales que modulan las sutilezas de los atractivos, las pasiones y los desasosiegos eróticos.

Su autor:

Adolf Tobeña nació en Graus, Huesca, en 1950. Es doctor en Medicina, catedrático de Psicología Médica y Psiquiatría de la Univesitat Autònoma de Barcelona. Desde hace más de diez años colabora con distintos medios de comunicación en donde, mediante conversaciones radiofónicas, o bien con artículos periodísticos, divulga sus opiniones sobre las investigaciones de la neurobiología en particular, así como de otras ciencias que tratan de una forma u otra con el cerebro, la psicología y la mente. Ha publicado diversos libros de ensayo sobre las contribuciones que ha aportado el conocimiento del cerebro al análisis de las interacciones humanas. Ha recibido, entre otros, el Premi Avui de periodismo de 1991 y el Premi Ciutat de Barcelona de Ciència de 1992. Acaba de publicar en catalán el libro "Neurotafaneries", de Edicions Bromera, que recoge sus más recientes colaboraciones periodísticas recopiladas en forma de textos.

El arte de confiar en los demás

El arte de confiar en los demás

 

Tener un buena salud física es tan importante como tener una mental y ya lo decian los griegos "Mens sana in corpore sano". Este libro nos muestra como reprimimos nuestros traumas, como los inhibimos y creemos que ya están superados, que no nos afectan y que somos personas nuevas. Pero lo que realmente no sabemos es que están afectan directamente a nuestra salud y le atribuímos sus causas a otro tipo de factores.

Pennebaker demuestra científicamente como las personas que reprimen sus traumas van mucho más al médico que las personas que han conseguido superarlos eficazmente. Lo nos propone son unos remedios tan sencillos como expresar nuestros peores miedo o simplemente el mero hecho de escribirlos. La razón de este remedio tan sencillo pero eficaz radica en que escribir y hablar nos ayuda reordenaar nuestras ideas, diseccionar el problema en sus pequeñas partes y sobre todo busca la compresión y afecto de los seres que nos rodean.

Sinopsis:

¿Ha guardado alguna vez un secreto demasiado embarazoso como para contarlo? ¿Ha dejado de contar a alguien una experiencia personal por temor a desmerecer su estima? ¿Se ha mentido en alguna ocasión diciéndose a sí mismo que algún hecho desgraciado en realidad no le afecta en absoluto? Si es así, puede estar usted haciéndose daño, no por el hecho de haber tenido malas experiencias en el pasado, sino por no poder expresarlas. James W. Pennebaker intenta mostrar en este libro el poder terapéutico y los saludables efectos emocionales de la comunicación interpersonal, en concreto del hecho de confiar nuestras experiencias negativas a los demás. No se trataa, sin embargo de un libro de recetas milagrosas al uso, sino de una obra que combina el rigor científico con la capacidad divulgativa y la dimensión aplicada. El autor explica sus propias investigaciones sobre los efectos emocionales de la comunicación de un modo ameno e incluso coloquial, presentando gran cantidad de anécdotas ilustrativas e instrucciones prácticas, lo cual, unido a su sólida base científica, hace de El arte de confiar en los demás un libro asequible y útil, no sólo para el profesional o el estudiante, sino también para el lector general.

Sobre el autor:

James W. Pennebaker Bush es profesor de Artes Liberales y la Departamental de Presidente en el Departamento de Psicología en la Universidad de Texas en Austin, donde recibió su doctorado in 1977. en 1977. Ha sido profesor en la facultad en la Universidad de Virginia, Universidad Metodista del Sur y, desde 1997, la Universidad de Texas. Él y sus estudiantes están explorando los vínculos entre las experiencias traumáticas, escritura expresiva, el uso del lenguaje natural, su salud física y mental. Sus estudios concluyen que la salud física y el rendimiento en el trabajo puede mejorar mediante una simple escritura y / o ejercicios de hablar.Su más reciente investigación se centra en la naturaleza del lenguaje y la emoción en el mundo real. La gente utiliza palabras sirven como potentes reflexiones de su personalidad y social. Autor o editor de 8 libros y más de 200 artículos, Pennebaker ha recibido numerosos premios y honores.

Moriré pero mi memoria sobrevivirá

Moriré pero mi memoria sobrevivirá
 
Este tipo de libros nos hace reflexionar sobre lo poco que valoramos las cosas, no nos damos cuenta de lo bien que vivimos y en lo único que pensamos es en nuestro propio beneficio, somos personas egoistas por naturaleza.
El precio que hay que pagar para estar donde estamos hoy es que otros estén debajo de nosotros. Pero mi pregunta es la siguiente ¿Realmente ésta es la única opción existente o hay otras alternativas?
Sinopsis
 
Henning Mankell es conocido en el mundo entero por ser el creador del inspector Kurt Wallander, protagonista de una de las series policiacas más leídas en los últimos años. Menos conocido es, en cambio, el amor que Mankell siente por África, adonde viajó por primera vez de joven y donde pasa varios meses al año. África, afirma, le ha convertido en una persona mejor.
Moriré, pero mi memoria sobrevivirá es una muy personal reflexión sobre el devastador impacto de la epidemia del sida en ese continente. En parte crónica de viajes, en parte fábula real, Mankell nos lleva por algunos poblados de Uganda, en su mayoría habitados por niños y ancianos, los únicos que permanecen vivos. Nos habla del miedo de los occidentales al sida, pero sobre todo del terror y el dolor de los africanos afectados, faltos de recursos y fármacos. Y también nos habla de los pequeños «libros de recuerdos», escritos por enfermos de sida que quieren dejar un testimonio de sus vidas, para que sus hijos puedan recordarlos: unas palabras, una foto, una mariposa aplastada entre las páginas.
Una imagen, en particular, acecha a Mankell a lo largo de su viaje: la de una niña llamada Aida, hija de una madre afectada, que, en medio de la muerte y el sufrimiento, planta un árbol de mango y lo cuida como si fuera un fragmento de vida que crecerá y que, tal vez, resista a esa terrible pandemia.
Su autor:
Henning Mankell nació en Estocolmo, Suecia, en 1948, y en la actualidad divide su tiempo entre Suecia y Mozambique, donde dirige el teatro nacional Avenida de Maputo. Es autor de numerosas obras de ficción y uno de los dramaturgos más populares de su país. No obstante, lo que lo ha convertido en un escritor de fama mundial es la serie de novelas policiacas protagonizadas por el inspector Kurt Wallander, publicadas por Tusquets Editores en nuestro país. Traducidas a treinta y siete idiomas, y aclamada por crítica y público, se han hecho numerosas películas y series de televisión de estas novelas

Por qué amamos

Por qué amamos

 

Sólo hay una palabra para describir esta obra de arte "Impresionante". Su autora Hellen Fisher nos desvela los entresijos neuronales y las sustancias químicas que intervienen el proceso de enamoramiento. Para ello se sirve de la tecnología más avanzada, y así escaneando los cerebros de las personas enamoradas irá desvelando los secretos del amor proporcionando a la par obra tan amena como con un rigor científico más que impecable.

Sinopsis:

Provocador, convincente y revelador, este libro ofrece respuestas nuevas a cuestiones tan antiguas como ¿por qué nos enamoramos?, ¿qué es el amor?, ¿de qué forma podemos mantenerlo vivo?

En Por qué amamos, la antropóloga norteamericana Helen Fisher ofrece una nueva visión de este fenómeno universal basada en un novedoso estudio científico. Junto a un equipo de investigadores de diversos campos, consiguió demostrar que cuando uno se enamora, se «encienden» unas zonas concretas del cerebro por un aumento del flujo sanguíneo. A partir de estos datos, Helen Fisher ha llegado a la conclusión de que la pasión romántica está, en realidad, estrechamente ligada al cerebro. No es una emoción. Es un instinto tan fuerte como el hambre.

En esta fascinante obra, Fisher revela exactamente qué experimentamos cuando nos enamoramos, por qué elegimos a una persona y no a otra, y cómo el amor romántico afecta biológicamente al impulso sexual y a los sentimientos de atracción por el otro. También expone las diferencias entre el cerebro femenino y el masculino, y lo que esto implica para nuestra forma de amar. Por último, presenta sugerencias concretas sobre cómo controlar esta pasión ancestral, y explora con optimismo el futuro del amor romántico en el caótico mundo moderno.

Su autora:

Helen Fisher es investigadora del Departamento de Antropología de la Universidad de Rutgers, EE.UU. Ha conducido un extenso estudio sobre la evolución, la expresión y la ciencia del amor. Es autora de varios libros como ¿Por qué amamos? que describe cada aspecto de la experiencia de enamorarse desde un punto de vista científico.